Tal vez lleguemos a estar tan confundidos como el protagonista de Her y nos enamoremos de la voz de nuestro asistente virtual, pero nunca permitiremos que la tecnología conquiste el corazón de nuestro entorno, lo más humano que nos queda en este presente inquietante.

En su premiada película “Her”, Spike Jonze imagina un futuro cercano donde la relación entre el ser humano y la tecnología puede desembocar en la absoluta dependencia de un sistema operativo hasta el punto de confundirla con amor. Theodore Twombly, un hombre solitario con el corazón roto interpretado por Joaquin Phoenix, se relaciona con la voz de su ordenador –convenientemente parecida a la de Scarlett Johanson– que aprende sobre él y evoluciona hasta crear un vínculo cercano a los sentimientos.

Nuevas formas de soledad

El discurso sobre la interrelación con la inteligencia artificial y las nuevas formas de soledad transcurre en un entorno bien calculado que nos fascina porque no pretende dibujar un panorama repleto de hombreras metalizadas y tecnología galáctica y, en cambio, adelanta algunas de las tendencias que ya estamos viendo.

La cinta refleja un futuro muy reconocible en el que las personas siguen viviendo en urbes apretadas y utilizan tecnología disfrazada de objetos vintage como el ordenador con marco de madera o el teléfono con su funda de cuero. Theodore vive en un apartamento alto de un rascacielos en una ciudad mezcla de Los Angeles y Shanghai donde los suelos son de parqué oscuro y los muebles de madera parecen provenir de un mercadillo. Una vivienda unipersonal donde la sensación de soledad sólo se ve amortiguada por la voz insinuante del ordenador.

En contraste con este entorno levemente sombrío, llama la atención el cuidado con que se trata el decorado de la oficina del protagonista. Un espacio luminoso, con plantas y librerías, repleto de color, mucho más sugestivo y agradable que su propia casa. En la oficina abierta de Theodor, los cubículos transparentes proporcionan cierta intimidad, pero sin aislar a las personas, mientras que franjas de luces rojas, azules y amarillas tiñen los espacios y difunden los colores. La oficina se presenta como el lugar donde las relaciones humanas parecen ser más fluidas. También aquí, la tecnología aparece escamoteada tras bandejas con papeles como si la gente se protegiera de ella mediante la estrategia estética del objeto vintage y los materiales naturales.

Tecnología y sentimientos

Spike Jonze y su director de arte dibujan un entorno en el que conviven tecnología y sentimientos que, por una vez, no parece que se adelanten mil años a la realidad. Hablan de la relación con la IA, pero también de cómo nos planteamos integrar en nuestra vida la apabullante presencia tecnológica. El concepto de una oficina absolutamente informatizada donde se esconde la parafernalia técnica detrás de muebles de madera con las esquinas gastadas se nos antoja un escenario muy creíble.

Cuanto más eficiente, imprescindible y abrumador es el nuevo conocimiento científico aplicado, más precisamos neutralizarlo con potus, fotos de los niños y mugs desportillados. Al final, hemos de ser conscientes de que las relaciones humanas, con sus torpezas y titubeos, siempre van a estar en la cúspide de la pirámide evolutiva.

ALMA DE PLEXIGLÁS

K.K. Barret, diseñador de producción habitual de las películas de Spike Jonze, construyó para Her un mundo futurista alejado de la tecnología. Lejos del nivel de la calle, en una ciudad gigante que es una amalgama de Los Ángeles y Shanghai, los interiores desempeñan un papel esencial. Barrett encontró unas oficinas desocupadas en Los Ángeles y las transformó. Era un conjunto vacío de paredes blancas con un hermoso tragaluz y sólo disponía de un par de días porque el alquiler era muy alto. En lugar de volver a pintar las paredes, decidió añadir piezas de plexiglás de colores translúcidos que iluminaban los espacios, los teñían de rojo y cambiaban de tono en diferentes momentos del día.

TEXTO MARCEL BENEDITO 
FOTOGRAFIA CORTESÍA WARNER BROS