La película La Red Social retrata los inicios gafapastas de Facebook a través de una generación que habla y piensa tan deprisa que da un poco de miedo. Si quieres ver millennials premillonarios en su salsa, esta es tu historia.
Febrero de 2004. Un grupo de chavales de la Universidad de Harvard tienen la ocurrencia de crear un directorio de “chatis” para puntuar su belleza y popularidad y en pocos meses la página tiene 5 millones de usuarios que publican sus detalles personales y gustos para quien quiera verlo. Ha nacido Facebook.
El nacimiento de la red social resulta inquietante
El resto, hasta llegar a los 3000 millones de usuarios actuales de Meta, es historia. La película de David Fincher de 2010 se centra en esos primeros tiempos en que los estudiantes que están en el ajo del prometedor invento, con Marck Zuckerberg en el centro, luchan y se dan codazos por reivindicar su autoría.
Los diálogos son punzantes, ingeniosos y veloces como las mentes de los pioneros de la informática hasta el punto de que, a ratos, cuesta seguir el hilo de lo que dicen. Si pretendían recordarnos que los nacidos antes de 1980 pertenecemos al Jurásico, lo han conseguido. El director y su sagaz guionista, Aaron Sorkin, presentan los hechos desde varios puntos de vista con lo que evitan pronunciarse sobre la verdad del asunto.
El mundo de La Red Social es reconocible, cercano y ambiguo
Configura una cultura donde el dinero en grandes cantidades recompensa las ideas audaces y los espíritus emprendedores más desalmados. Es la eclosión de los millennials en el recién estrenado siglo XXI. No hay ropas de lujo, ni casas de ensueño, ni oficinas sofisticadas, sino todo lo contrario. La humildad de los inicios contrasta con la desmesura de la facturación anual de estas grandes tecnológicas que supera con creces el PIB de muchos países.
Hay algo perverso en el despegue de estos críos que han tenido una idea ingeniosa que les va a convertir en billonarios. Ni siquiera ellos son conscientes de lo que tienen entre manos.
El amigo Zuckerberg comentó que la película era pura fantasía porque escribir código fuente es verdaderamente aburrido. En cambio, aprobó la escenografía y dijo que las oficinas del Facebook inicial estaban muy conseguidas. La única verdad de todo este follón.
- Texto: Marcel Benedito
- Fotografía Cortesía Sony Pictures.