Una serie de muebles y elementos agazapados en la oscuridad explotan como si sus entrañas estuvieran llenas de dinamita. Entre ellos, un portátil, tres teléfonos y un magnífico escritorio de caoba que se expande en añicos al ritmo de un crescendo orquestal. Estamos a punto de saborear la serie de televisión que mejor retrata el entorno de trabajo jurídico y su contexto.

Bajo la apariencia de una convencional serie de peripecias legales y picapleitos pijos de Chicago, The Good Fight esconde una de las mejores series de ficción anclada a la realidad que nos han dado las plataformas de streaming en los últimos años. Las historias que se desarrollan en el bufete de Reddick, Boseman & Lockhart mezclando tramas legales, casos jurídicos, enredos amorosos y temas de actualidad, son un espejo deliciosamente estilizado de los problemas que viven los Estados Unidos de ahora mismo.

The good fight

Mee too

Cada temporada se aferra a la realidad de lo que está pasando a nivel político e ideológico como si fuera una crónica dramatizada de lo que oímos en los informativos. El pulso con la actualidad es tan fresco que algunos capítulos dan la sensación de que se han escrito la noche anterior. La decadencia de la era Trump, el Mee Too, el escándalo Epstein, los disturbios raciales… todo lo que nos preocupa y afecta personalmente es el plancton que alimenta a las criaturas imaginarias que rodean a la elegante Diane Lockhart, espléndidamente interpretada por Christine Baransky.

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Oficinas de abogados

Los escenarios donde se desarrollan las variadas tramas de la serie imaginadas por Michelle y Robert King son espacios urbanos casi siempre centrados en oficinas de abogados, grandes corporaciones y, cómo no, alguno de los juzgados donde se dirimen los casos.

No hay dos iguales. La cuidadísima dirección de arte de Frank White recrea todos los espacios dibujando un vigoroso retrato de los personajes con los pinceles del interiorismo.

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Cada despacho es el reflejo de la personalidad de su ocupante

Unos son elegantes y ligeramente anticuados, otros son funcionales y sin ambiciones; los de las grandes fortunas pecan de mal gusto minimalista y exceso de metacrilato; los de los abogados de poca monta de exceso de colorido y cacharrería decorativa. La socia más joven disfruta de un despacho modernito de muebles blancos mientras que el abogado afroamericano de más edad y chalecos imposibles trabaja en un entorno de caoba con alfombras donde se pueden perder unas llaves. Viendo el despacho de cada uno podemos adivinar si vota demócrata o republicano. Eso es set decoration bien entendido.

El escritorio que explota en los títulos de crédito es un símbolo magnífico de la tensión entre trabajo y conflictos personales, que es reflejo de la propia fragilidad del ser humano. Un consejo final: no se la pierdan.

  • Texto Marcel Benedito
  • Fotografía Cortesía Cbs Paramount
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