¿Cómo se veía hace cien años el despacho de un magnate del siglo XXI? Desmesurado, con muebles redondeados de ebanistería, cachivaches tecnológicos y unas vistas privilegiadas sobre Metrópolis. De entrada, la película Metrópolis de Fritz Lang parece una propuesta de ciencia ficción expresionista, pero las predicciones acertadas de esta historia nos dejan un poco escamados.

 

Metropolis

Metrópolis de Fritz Lang es una película alemana de 1927, de estética expresionista y considerada una de las obras maestras de la historia del cine.  Ahora estamos acostumbrados a pensar en el futuro como un sitio inhóspito, machacado por nuestra insensatez, pero en aquella época de fe inocente en el progreso era muy raro este punto de vista distópico. De hecho, ¡Metrópolis sucede en el lejanísimo año de 2026…! Lo tenemos a la vuelta de la esquina, vaya.

Metrópolis presenta un futuro incómodo que se situaba en 2026

En ese porvenir aterrador, el mundo está dividido en dos castas: intelectuales poderosos que disfrutan de todas las comodidades en los rascacielos y trabajadores esclavos que viven bajo tierra y no se lavan. Las clases más desfavorecidas, obligadas a alimentar las máquinas que permiten a los ricos vivir como reyes, están un poco mosqueadas y empiezan a hablar de revolución. Una chica humilde y el hijo de un magnate se unen para buscar una vía de diálogo que evite el caos, pero se interpone un científico loco con un robot femenino con mala leche que la acaba liando parda. Al final, el malo muere despeñado por un abismo urbano y las aguas vuelven a su cauce con la ayuda de un poco de justicia social.

Metropolis

Panorama retrofuturista

En este panorama retrofuturista, lo que más nos interesa, en esta redacción, es el despacho del villano que cuenta, cómo no, con unas vistas urbanas sobre Metrópolis al alcance de muy pocas fortunas.

Examinemos la estancia que, de entrada, parece tener las dimensiones y la altura de una catedral. Los personajes parecen insectos allí dentro. Los suelos están cubiertos por unas losetas gigantes que reproducen un motivo geométrico. Vemos más diseños de este tipo en el revestimiento de las paredes y las puertas, influencia, sin duda, de la poderosa estética art decó de la época en que se rodó la cinta.

Pero, he aquí que los muebles de la megaoficina son todos redondos.  Las mesas, las butacas, las vitrinas, los artilugios que nadie sabe para qué sirven… todo es redondo, con patas esféricas y cúpulas cónicas. Es el imperio del círculo y la esfera, que se anticipa a la corriente orgánica que siempre está llamando a la puerta. ¿Estamos ante una reacción airada de los autores de Metrópolis a la cuadriculada estética racionalista que la Bauhaus llevaba impartiendo unos años? ¿Les preocupaba tropezar con las esquinas? ¿Sabían que el racionalismo de la Arquitectura Moderna tenía los días contados?

Metropolis

Realidad alternativa

La madera está muy presente en este espacio y convive con los artefactos de incierta función en una suerte de oficina híbrida muy propia del siglo XXI. Otro acierto: no vemos ordenadores en las mesas y tampoco hay mucho papel. Las fuentes de luz son invisibles. La estética de Metrópolis nos presenta una realidad alternativa que nada tiene que ver con la nuestra, pero con detalles extrañamente familiares. Si al robot femenino, que es la imagen emblemática de Metrópolis, le llamamos IA, la cosa empieza a dar un poco de miedo.

EL SEÑOR DEL BIGOTITO

¡Qué visionarios eran Fritz Lang, el director, y su mujer, la novelista Thea von Harbou! (Por cierto, esta última era admiradora de cierto señor con bigotito). Metrópolis es una urbe de rascacielos apretujados, conectados con vías aéreas donde se supone que se vive cerca del cielo, mientras que la gente pobre está sepultada en el subsuelo. Así lo imaginó el director de arte, Otto Hunte, quien trabajó con maquetas y técnicas muy adelantadas para su época. No sabemos qué pasa en la superficie de esa ciudad, pero el listo de Ridley Scott lo explicó en su Blade Runner de 1982. Llueve siempre.

 

TEXTO MARCEL BENEDITO

FOTOGRAFÍA ARCHIVO DO