Desde lo alto de las gradas del teatro de Epidauro, construido por Policleto el Joven 330 años AC en el sur de Grecia, se puede oír a los actores hablando en voz baja. Es un teatro al aire libre con un suelo de audiencia que sigue el perfil de una espiral logarítmica perfecta. La calidad auditiva del sonido se mantiene excelente desde la primera fila hasta la última. La pregunta es: cómo se diseñó sin suficientes conocimientos matemáticos.

Higini Arau Acústica

Auditorio del Palacio Euskalduna, proyecto de Higini Arau.

Los despachos de arquitectura acuden a nuestro estudio (Higini Arau, Arau Acústica) para obtener la mejor acústica posible para sus proyectos. Pueden ser problemas de exceso de absorción o, a la inversa, de reverberación, de tamaño, altura de las salas, de geometría y de aislamiento acústico entre los recintos diseñados y sus vecinos. Como científicos buscamos una respuesta cartesiana, realizable y económica a los retos que se nos presentan en acústica arquitectónica.

Para ello utilizamos cálculos matemáticos que nos servirán en una posterior proyección de formas, volúmenes y materiales que mejoran la acústica. Hay que modificar a fondo el proyecto pero, en ocasiones, simplemente, con la colocación de determinadas estructuras se experimenta una gran mejora.

En el campo teórico, los avances conceptuales son lentos, las teorías deben comprobarse y refutarse. No así en lo que a avances técnicos e informáticos se refiere ya que, cada vez, tenemos más herramientas para realizar los cálculos matemáticos. En todo caso, falta mejorar teorías y fórmulas para calcular con mayor precisión. Los sistemas informáticos solo manejan como fieles servidores el conocimiento con algoritmos matemáticos que le hayamos implementado. En cuanto a los materiales, también mejoran pero son avances más bien estéticos. Nuestro objetivo es conseguir una buena acústica arquitectónica a un precio razonable.

Higini Arau Acústica

El Gran Teatro de la Scala de Milán, acústica proyectada por Higini Arau

Los sonidos del silencio

 La música, el teatro, la poesía y su declamación, fueron los ingredientes más novedosos de la inteligencia humana, aunque inicialmente (y aún ahora es así) fueron incentivados y amparados por el poder. Para ejercitar estas facultades anímicas, se construyeron coliseos y recintos musicales, como el Teatro de Epidauro y el Odeón en Grecia.

El Epidauro es un teatro al aire libre con un suelo de audiencia que sigue el perfil de una espiral logarítmica perfecta. La audición se mantiene con idéntica perfección desde la primera fila hasta la última. La pregunta clave es cómo supieron diseñarla sin conocimientos matemáticos para ello, puesto que los logaritmos fueron descubiertos por Napier y Briggs en el siglo XVII.

Las ciencias y artes como las matemáticas, física, química, escultura y pintura, progresaron en apoyo a la arquitectura que, con toda probabilidad, fue el motor de las artes y del conocimiento. Vemos que el sonido ha sido el testigo principal e incentivador en la creación de las innumerables obras arquitectónicas que han existido en el planeta, de forma consciente y también inconsciente, porque los símbolos de nuestra inteligencia abstracta nos han conducido a ello.

Incluso el silencio, sonido cero, forma parte de los entresijos admirables del sonido. Es su contrapunto. Recordemos: “¡Silencio, se rueda!”, o bien intentemos recordar el silencio tras un pianísimo producido en una sala de conciertos. Este último silencio es sobrecogedor: se escucha, casi inaudible, el murmullo de la respiración sorda de la multitud que asiste al evento. Este respirar, que nos indica que estamos vivos, es el silencio más cercano a la muerte. Fue muy emocionante medirlo, una vez que tuve ocasión, en el Staatsoper de Viena.

El sonido, en todas sus manifestaciones sonoras o insonoras, nos alienta a luchar por una existencia mejor y más confortable, a la vez que nos traslada a la maravilla cumbre de nuestra capacidad abstracta cognitiva. En cada caso, la forma arquitectónica será la que corresponda en función del símbolo que haya promovido la correspondiente creación.

¿Qué mejor manera para dialogar con el futuro que la concepción sonora de la arquitectura?

Higini Arau Acústica

Gran Teatre del Liceu, proyecto de Arauacústica

Edificaciones para cantar

La materia sustenta y da forma a la arquitectura y el sonido es su alma; aura incorpórea que necesita la materia para exhibirse y que se desliza fugaz y eterna como el aire. El sonido es tan antiguo como la naturaleza misma. Así, tenemos el ondulante sis-sas del mar, o el silabeante rugido del viento, o bien la cadencia sonora casi rítmica de las hojas de los árboles bailando al son del aire como un rumor de besos y caricias.

La arquitectura nació con el primer llanto de vida, por la necesidad de guardar a ésta como un talismán, darle cobijo y defenderla de cualquier intrusión exterior. Primero, para construir pequeñas chozas con ramas y pieles o grutas en las montañas; posteriormente, casas de fango y material de desecho y, más adelante, con piedra y ladrillo. El sentido de todas estas construcciones era obtener un clima familiar y alcanzar el suficiente grado de aislamiento, tanto acústico como térmico, y una protección eficaz ante cualquier agente externo perjudicial.

Pero el avance más significativo del hombre, clara muestra de la evolución de su inteligencia, fue crear símbolos del conocimiento, la creación abstracta del pensamiento o el símbolo «religioso»: creer en Dios o en dioses. Para venerar a estos últimos, el hombre aprendió a rezar y a cantar, es decir, emitir sonidos de carácter verbal. Se acompañó con instrumentos y empezó a construir, desde una antigüedad muy apreciable, grandes templos, santuarios, conventos, creando una arquitectura de grandes dimensiones. Edificaciones muy altas, largas y suficientemente anchas.

La idea era conseguir que la voz emitida tardara mucho en extinguirse con el objeto de conversar largo tiempo con el símbolo espiritual correspondiente y que la multitud de sonidos emitidos permanecieran largo tiempo adulándolo. Los instrumentos musicales se fueron sofisticando paulatinamente, lo que permitía crear sonidos profundos, de alta intensidad sonora y baja frecuencia, con lo que consiguieron alargar la persistencia del sonido en el tiempo. El objetivo era conversar con Dios.

El hombre más poderoso, por ejemplo un faraón, recibía su atributo de Dios y así se llega a un tipo de arquitectura, los palacios, que también respondía a la grandiosidad divina. Las Pirámides fueron la máxima expresión del poder de un faraón más allá de la vida esperando encontrarse con Dios.

Orfebres del sonido

La magia creativa del sonido reside en su esencia inmaterial. Se percibe pero no se puede ver ni tocar. Aprovecha la materia como medio para trasladarse pero no es materia. Flota ondulante en el aire, estela tintineante y transparente, duende salido de la caja de Pandora; busca deleitar y, sin embargo, molesta cuando no se desea. La materia, con sus capacidades inerciales, elásticas y porosas, le da un envoltorio corpóreo, formándose así el cuerpo y el alma del nuevo ser que nace amorfo.

La forma y su volumen contenido tienen como frontera limitativa la materia, donde el sonido se refleja y absorbe, y cuya génesis habita en el diseño. El diseño es un ejercicio intelectual que emana de las propiedades anímicas del espíritu y de las reglas del arte establecidas a través del tiempo. Pero, en este ejercicio que regula la concepción de la forma, participan de manera fundamental las leyes físicas y matemáticas que ayudan a establecer la mejor silueta o perfil de esa inmaterialidad.  Así, tenemos que la faz creativa del sonido es poliédrica, con multitud de facetas que le dan contenido; y según sea el predominio de una sobre las otras el resultado será distinto. ¿Cómo sonará? Ésta es la gran pregunta que nos hacemos ante una nueva forma, ante una nueva arquitectura.

Un buen orfebre del sonido debe ser capaz de conjugar con delicadeza el diseño, concebido como un arte, y las leyes de la materia, ayudando a conseguir el volumen y la forma exacta dentro de las posibilidades de orden físico, para que el nuevo ser nazca de manera armónica y equilibrada.

Tanto la simetría como la asimetría pueden significar equilibrio mientras cumplan las leyes físicas universales que regulan el proceso evolutivo. Trabajar con la acústica es jugar, de manera inocente y sin prejuicios, con las cualidades inmateriales del pensamiento que se expresan sobre el barro de la materia, como un niño que juega en la playa construyendo castillos de arena que se desvanecen y vuelven a aparecer con el devenir de las olas del mar.

Sonido, en su génesis creativa, es ese ser etéreo que desea convertirse en materia para perpetuarse; pero no lo consigue porque la esencia del sonido es inmaterial, y ello provoca perplejidad, admiración y un profundo sentimiento de humildad.

Sonido es ese ser casi anímico al que se reverencia como un genio misterioso, salido de su lámpara mágica, que nos causa un profundo estupor. Sonido es ese hálito embrujador que penetra por los poros de nuestro ser ávido de nuevas sensaciones. Incluso es la levedad del ser capaz de transportarnos hasta Dios. Éste sería nuestro máximo goce, pero la perfección es inalcanzable y esto es lo que nos anima a seguir explorando nuevas formas, sensaciones, materiales y leyes físicas.

Higini Arau Acústica

Texto: Higini Arau , Doctor en Ciencias Físicas en la especialidad de Acústica por la Universidad de Barcelona.