Como buen hijo de los años 90, uno de los primeros recuerdos que tengo de cómo el color afecta a las emociones es el de un McDonalds. Hoy, la cadena cuenta con restaurantes elegantes, mobiliario moderno y una gama cromática contenida, pero, en su día, entrar en un McDonalds era sinónimo de subida de tensión: la explosión de rojo esmaltado y amarillo brillante que te recibía era inolvidable. En esa época comenzó a extenderse el rumor de que la cadena empleaba colores chillones para provocar urgencia en los visitantes y aumentar la rotación. Es la cromoterapia.
Desconozco cuánto había de cierto en esos rumores, pero me quedó claro que los colores que nos rodean nos afectan más de lo que creemos. Aunque es un tema controvertido, casi todos aceptamos que existen colores cálidos (rojo, amarillo y naranja) y colores fríos (verde, azul y morado). Sin embargo, cuando nos sumergimos en el mundo de la psicología del color, nada es blanco o negro.
Colores cálidos y cromoterapia
El rojo es el más intenso de los tonos cálidos y también el más polarizante: evoca sensaciones de energía y pasión, pero también puede suponer un sobresalto ya que se asocia con el peligro. Idealmente, debería usarse como detalle o para llamar la atención de algún elemento. También puede provocar que reaccionemos más rápido y con más vigor, lo cual lo hace interesante para espacios enfocados a actividades físicas. El cercano rosa aporta menos intensidad y suele asociarse con creatividad, ingenuidad y playfulness.
Siguiendo en esta gama, encontramos el color naranja que, por lo general, transmite energía y entusiasmo. Como el rojo, nos permite llamar la atención sobre algún elemento, pero sin las connotaciones negativas. Aun así, también se aconseja usar en detalles, ya que es difícil conseguir espacios donde apetezca estar mucho tiempo rodeados de color naranja (un ejemplo equilibrado son las oficinas de ING, donde sirve de acento en el mobiliario).
Finalmente, el amarillo se asocia con la esperanza y la positividad. Emplearlo en zonas de trabajo de grupo puede ayudarnos a lograr colaboraciones armoniosas y productivas. Pero cuidado: un exceso puede alterar y provocar confrontaciones.
Colores fríos y cromoterapia
No caigamos en la tentación de asociar los colores fríos con emociones negativas. Al igual que sus “hermanos” más cálidos, esta gama cromática es capaz de generar diversas sensaciones. El azul puede inducir cierta tristeza (nuestro tradicional “estoy de bajón” se traduciría al inglés como “I’m feeling blue”), pero, bien usado, provoca tranquilidad, nos equilibra fisiológicamente, pues rebaja el ritmo respiratorio y cardíaco, y genera confianza. De ahí que muchas empresas lo empleen como color corporativo ya que es “políticamente correcto” y difícilmente generará detractores.
Por último, otro color frío es el verde, pero nadie diría que un espacio con marcada presencia de vegetación resulta frío o poco acogedor. Y es que la biofilia es la manera más natural (valga la redundancia) de aplicar un color que reduce la ansiedad y genera armonía y equilibro. En espacios con mucha presencia de tecnología y pantallas, es buena idea aplicar verde con plantas y textiles para compensar la frialdad del metal y el plástico.
Nacho Carretero Molero. Interiorista, comisario y fotógrafo freelance