Monsieur Hulot intenta orientarse en un laberinto de oficinas donde se pierde dando zancadas de un cubo de cristal a otro, completamente desorientado. En su genial película “Playtime” el cineasta francés Jaques Tati arremetía contra los vicios de la arquitectura racionalista y la deshumanización inevitable que llevaba aparejada. Sólo él, (y nosotros con él) veíamos lo absurdos que llegan a ser algunos interiores mientras los oficinistas amargados y circunspectos de aquel ministerio infinito cumplían sin chistar.
La sátira viene a cuento de la polémica que ahora mismo ocupa a los expertos en diseño de “workplaces” entre la necesidad de proyectar oficinas abiertas para favorecer la comunicación, y la no menos imperiosa exigencia de proporcionar rincones de intimidad para una conversación, una reunión o un simple momento de relax. La última edición de Orgatec era un ejemplo vivo de esta disyuntiva.
El cine es una magnífica fuente de información en cuanto a la configuración de los espacios de trabajo a través del tiempo. La historia del séptimo arte documenta perfectamente la evolución que han sufrido durante las últimas décadas mostrando el aspecto que tenían pero también, de forma involuntaria, la ideología que hay detrás de cada escenario.
Desde la open space abiertamente explotadora donde trabajaba Lemmon/Baxter en The apartment de 1960 hasta la caótica y espídica superoficina de los brokers enloquecidos de The Wolf of Wall Street, pasando por los pulcros escenarios magníficamente recreados de Madison Avenue y sus agencias de publicidad en la serie Mad Men, podemos encontrar ejemplos innumerables. Lo más interesante de este itinerario por los despachos de cartón piedra de las películas es la facilidad con que la oficina se convierte en un personaje más de la historia. No es casualidad. Detrás de un “workplace” de celuloide hay una forma de entender el trabajo y la relación entre éste, las personas y su entorno. Detrás de cada oficina hay un contexto social que la explica. Pura historia que los guionistas no desperdician.
Las oficinas de Monsieur Hulot
Las nuevas tendencias en diseño de oficinas precisamente parten de una posición ideológica completamente opuesta y, por eso, los resultados son interiores muy diferentes a los que se enfrentaba el despistado Monsieur Hulot. Las actuales teorías sobre eficiencia de los entornos laborales prueban que un espacio cómodo, saludable, estimulante y socializador, incrementa la tonificación de las personas y ello redunda en un mayor compromiso con su empresa. Existe una relación comprobada entre bienestar e innovación en las empresas, de forma que la felicidad de los trabajadores se ha convertido en una prioridad para los workplace designers.
Las nuevas oficinas, según esto, priorizan los espacios para las zonas de trabajo común. Distribuyen estas zonas cerca del perímetro mejor iluminado, el mismo que antes se dejaba para los directivos (a mayor estatus, planta más alta y despacho esquinero con vistas) y deslocalizan los espacios de reunión o de concentración, e incluso los de dirección, a las zonas centrales de la planta. Un proceso de democratización de la luz, las vistas y la energía que todo ello proporciona con vistas a fidelizar a los trabajadores, atraer el talento y mejorar el compromiso con el proyecto de la compañía.
Espacios de trabajo agradables y bien iluminados alternados con zonas de reunión o de relax informal, volúmenes aislados para concentrarse, coffee corners y áreas sociales configuran un workplace radicalmente diferente. Hasta Monsieur Hulot se sentiría a gusto en un sitio así.
TEXTO: MARCEL BENEDITO