Por mucho que, pese a algunos, titulaciones académicas aparte, la decoración tan sólo es la «cáscara» del interiorismo. Por sí sola no es nada, y con un interiorismo sin fundamentar debajo resulta pretenciosa e inerte. Es decir, interiorismo del malo.

Texto: Iván Cotado

Director Creativo en Iván Cotado Diseño de Interiores

 

 

 

 

 

Después de años tratando de concretar y trasladar las virtudes del buen interiorismo corporativo a través de los medios a mi alcance: blog, libro (Un lustro de Hinteriorismo), colaboraciones en medios, cursos, charlas, mesas redondas… me encuentro con que la sociedad confunde la función del interiorismo con los beneficios que puede aportar.

La belleza (siempre relativa) de un espacio no es un beneficio, aumentar la productividad de una plantilla sí. Seleccionar el equipamiento de unas oficinas es una función del interiorismo, no un beneficio. Elegir el color o el material que recubrirá un paramento es una función del interiorismo, el beneficio está en la interacción emocional que tendrá con el usuario.

El batiburrillo de profesionales que pululan en torno al interiorismo, cada uno con sus intereses particulares, ha confundido a una sociedad que no sabe lo que un interiorista puede hacer por la optimización productiva de una empresa gestionando, por ejemplo, la interacción entre empleados, el sentimiento corporativo o la estructura jerárquica; por nombrar solo tres ejemplos.

Asimismo, todavía son pocos los empresarios que de motu propio entienden y utilizan el interiorismo corporativo dentro de su marketing mix. A pesar de que no conozco herramienta que tenga mayor incidencia estratégica en todas y cada una de las 4P del marketing (product, price, place, promotion).

Más allá de la obvia función estética y superficial, los beneficios del interiorismo para las empresas son estratégicos y deberían formar parte de cualquier plan de marketing. Es por ello que, tratando de combatir la confusión generalizada, venimos llamando a nuestra profesión INteriorismo EStratégico. Queremos enfatizar con ello que nuestra propuesta de valor está enraizada con la de la empresa. Somos su altavoz de cara al exterior y su primer, y más sutil, gestor interno.

Mediante INteriorismo EStratégico somos capaces de imprimir en los espacios la verdadera esencia de una empresa. Eso sí es un beneficio, con todo lo que ello conlleva: coherencia, credibilidad, sensibilización, recuerdo, empatía… Somos capaces de mejorar la ergonomía, optimizar los recursos propios (humanos y económicos), mejorar la productividad, activar la iniciativa de los empleados y alimentar su sentido de pertenencia.

La «cáscara», sin embargo, carece de beneficios sostenibles en el tiempo. La decoración por sí sola, efectista pero inocua, hace acopio de modas y tendencias que alimentan la maquinaria del consumo rápido. Los cambiantes estilos de decoración ilustran publicaciones y confunden al público, a caballo entre lo retro, lo industrial y lo ecléctico. Y, últimamente, con vegetación en todas partes.

Sin ánimo de demonizar a nadie, los interioristas corporativos hemos de incidir de forma clara en los beneficios que nuestra profesión aporta a las corporaciones y, por ende, a la sociedad. Somos una herramienta empresarial y formamos parte de una estrategia, no somos la guinda de un voluptuoso pastel.