Miguel Milá, creador de iconos como la lámpara TMM y la Cesta, ha dejado una marca indeleble en el mundo del diseño, con una extensa carrera marcada por la búsqueda de la simplicidad. Su muerte, el pasado día 12 de agosto, significa la pérdida de una personalidad pionera, de un grandísimo creador que sentó las bases en España de lo que hoy entendemos como diseño industrial moderno.
Sus muebles y objetos están diseñados sobre la tríada de función, ingenio y tecnología, superan la prueba del tiempo y su belleza es el resultado de un proceso de depuración de formas. Su enfoque se basa en la economía de recursos y el rechazo a la ostentación y el despilfarro. Diseñar, según Miguel Milá, es simplificar lo complejo para que sea hermoso. Cada pieza, aparentemente sencilla en su imagen, alberga una riqueza de ingeniosos recursos que revelan la profundidad de su pensamiento creativo.
«Diseñar es ver la vida con lupa». Miguel Milá trasladaba su enfoque meticuloso al entorno doméstico y al espacio urbano que transforma con una nueva tipología de mobiliario confortable y amable con el usuario y su contexto.
La estética no es deliberada, sino un resultado genuino del proceso de depuración de formas. «En los buenos diseños se produce un punto de encuentro entre forma, diseño, material y economía que te indica que solo podría ser así», afirmaba el diseñador.
El taller
Miguel Milá no solo ejercía el diseño como oficio, sino que lo elevaba a la categoría de profesión a través de su compromiso con el taller. Este taller era un espacio sagrado donde la artesanía y la capacidad de experimentar en el diseño convergen para dar forma a creaciones excepcionales. Milá comprendía que el taller es un lugar de producción dinámico, que se adapta y evoluciona según las demandas cambiantes del entorno y el momento.
Colaboró estrechamente con pequeñas industrias y talleres semiartesanales que aún trabajaban manualmente. Adoptó un enfoque único al revalorizar las tradiciones artesanales existentes, fusionándolas con la cultura y forma de vida mediterránea, interpretadas desde la modernidad.
«Mi defensa de la artesanía y del proceso artesanal no tiene otra finalidad que la de defender el deseo que el hombre tiene de participar en los procesos de las cosas», afirmaba Miguel Milá.
Del entorno doméstico al espacio urbano
Para Miguel Milá, el espacio doméstico es un lienzo donde cada detalle es cuidadosamente considerado. Su filosofía es clara: «Diseñar es ver la vida con lupa«.
Este enfoque meticuloso se reflejaba en su profunda comprensión de cómo el diseño puede influir profundamente en los estilos de vida de las personas. Era innovador justamente porque se centraba en el usuario. La experiencia estética y placentera del uso es también un componente fundamental en sus diseños.
Al adentrarse en el diseño del espacio urbano, Miguel Milá abrazaba la confortabilidad y la amabilidad como criterios para poblar el espacio público. Nuevamente, su enfoque no se limitaba únicamente a la estética, sino que se sumergía en la importancia de crear entornos que promuevan el bienestar y se comprometan en mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Así, la confortabilidad va más allá de la ergonomía; implica crear lugares agradables para las personas. La amabilidad, por otro lado, se traduce en el diseño de espacios que fomentan la interacción social y el sentido de comunidad.