La entrega de Premios del 20 Concurso Internacional de Diseño Andreu World es motivo para recordar pasadas ediciones por parte del director editorial de DISTRITO OFICINA, Marcel Benedito.
La primera edición del Concurso Internacional de Diseño Andreu World se celebró en 2001, un año excelente por la coincidencia entre el numeral y el ordinal que nos permitirá saber fácilmente cuántas ediciones contaremos en 2050, por ejemplo. También fue un año excelente, desde mi punto de vista, porque la compañía me pidió, de forma imprudente, que formara parte del primer jurado.
Yo me apunté encantado y honradísimo, dispuesto a aprender y aportar mi granito de arena al concurso. Finalmente, no aporté nada útil a las discusiones, excepto ese parar circunspecto con semblante de perito que me resulta tan útil en la vida, atento a lo que decían los verdaderos expertos para no meter mucho la pata. Cuidado, que me codeé en ese jurado con gente de la talla de Alberto Lievore, Quim Larrea, Nancy Robbins y Eric Engstrom. Poca broma.
Reincidencias
De ahí salió vencedora, nada menos que Inma Bermúdez, entonces una jovencita que apuntaba maneras y que luego ha demostrado ser un valor incuestionable en el panorama del diseño patrio. No estuvo mal para ser la primera edición, y yo me vanaglorio, si no de aportar razonamientos sesudos, al menos, de no interferir apenas en las deliberaciones razonadas.
De hecho, mi aporte ornamental al jurado fue tan eficaz que Andreu World volvió a invitarme en 2006. Cuántas satisfacciones me ha proporcionado el saber callar.
Entre uno y otro premio, y con la docena que le han seguido, he aprovechado para intentar aprender algo sobre la complejidad que comporta diseñar algo tan elemental como una silla. Un tema en el que la compañía es experta, no en vano atesora más de sesenta años de experiencia. De las raíces de la ebanistería tradicional a los diseños más sofisticados que presenta cada año a los que nos consideramos fans insaciables y a los mercados internacionales que saben lo que hay detrás de esta marca.
Una silla es una escultura para sentarse
Personalmente, he desarrollado un método para apreciar los nuevos modelos que no me importa compartir con el resto de la humanidad. Una silla es una escultura que, además, sirve para sentarse y viceversa. Pues es muy sencillo. Primero la examino con los ojos y, después, con el culo. Si los dos quedan satisfechos, decido que me gusta.
Algunos consideran que existen demasiados diseños y que podríamos tirar de los clásicos. Craso error. Sería lo mismo que decir que existen demasiados vinos y no hace falta investigar más. Andreu World me ha enseñado que la investigación detrás del diseño es una forma de acompañar formal y funcionalmente a la evolución humana, que no va a parar. Por eso colabora con diseñadores de primerísimo nivel que disfrutan (me consta porque me lo han soplado) trabajando para esta empresa. Y por esa misma razón, sigue convocando cada año el Premio Internacional de Diseño Andreu World. Para fomentar a los jóvenes valores y refrescar continuamente la fuente de la innovación en el equipamiento que nos ayuda a vivir.
Si hay un concurso que nos reconcilia, año tras año, con la cultura del entorno y nos permite creer en el futuro de la humanidad, sentada alrededor de una mesa y charlando de sus cosas, ese es el CIDAW. Yo fui jurado de la primera edición.
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