Confiada, intrépida y con mucha personalidad. La silla de oficina ha realizado unos cursos de ergonomía, de empatía interpersonal y de colaboración activa para afrontar los retos que vienen. Nos acompaña desde la época del tatarabuelo, siempre igual, siempre diferente. Su fuerte temperamento le ha valido algunos disgustos, pero ella es así.
TEXTO MARCEL BENEDITO FOTOGRAFÍA ARCHIVO DO
Una silla de oficina, básicamente, es una silla que tiene carácter. No todas alcanzan ese rango ni se merecen los galones que otorga descansar frente a una mesa de trabajo.
Es una silla decidida, arrogante, ambiciosa, un poco engolada si quieres, pero siempre amistosa con el culo que la utiliza. Es una silla forjada en duras jornadas interminables, fogueada en lunes sombríos, testigo de puestas de sol y amaneceres consecutivos, compañera silenciosa de destajos y horas extras. Es una silla entrenada para el combate, dura pero cómoda, encerrada en sí misma pero abierta al intercambio, amiga de los secretos bien guardados y de las conferencias interminables. Aliada del trabajador, del cuadro medio, del administrativo y del ejecutivo agresivo o no. No es una silla convencional.
Nuestra silla de oficina no se conforma con cuatro patita monas y un asiento respaldo con reminiscencias artísticas o esculturales. De hecho, llamarla escultural le ofende y puede rebelarse perfectamente rompiendo una ballesta. Tampoco le gusta que le llamen silla operativa ni que la califiquen como alarde de ingeniería. Es muy suya la silla de oficina.
Consciente de que los tiempos cambian, la silla de oficina ha hecho un máster
Suele mirar despectivamente a las aburridas compañeras residenciales y a algunas colegas de restauración, bellas sin alma, que no han sabido evolucionar al ritmo de las circunstancias y dejan caer desmayadas la chaqueta colgada del respaldo mostrando una actitud pusilánime. Se desternilla abiertamente con las sillas de los gamers inspiradas en los asientos de los coches deportivos avergonzadas de la ignorancia estética de sus propietarios. En cambio, se lleva bien con los taburetes de recepción y los pufs que son como los gnomos de su universo.
La silla de oficina, al principio, era de madera y con formas bellísimas. Más tarde se hizo con todos los materiales que encontró para convertirse en una maquinaria compleja que integraba palanquitas, pistones de gas, brazos móviles, cabeceros y riñoneras. Era la época en que venía con libro de instrucciones.
Ahora, consciente de que los tiempos han cambiado y el trabajo es otra cosa, ha decidido que es hora de hacer un máster. La silla de oficina ha establecido un pacto diplomático entre la ingeniería y el diseño. Ha simplificado sus mecanismos. Ha tomado clases de ergonomía, se ha hecho sostenible, reciclable y amistosa con el entorno. Y, además, habla multitud de idiomas. Sigue siendo la de siempre, un poco sobrada, pero con mucho carácter.
sillas de Thonet
HISTORIA DE UN INVENTO AFORTUNADO
Los historiadores afirman que la primera silla de trabajo se remonta a Julio César quien despachaba sentado en un sitial curul. Thomas Jefferson inventó la primera silla giratoria y la leyenda dice que escribió su Declaración de la Independencia en 1774 sobre esa silla.
A principios del siglo XIX, los vagones de tren estaban equipados con sillones de muelle Centripetal diseñados por Thomas E. Warren, equipados con muelles para absorber los baches asociados al traqueteo de la via férrea.
A Charles Darwin se le atribuye la idea de poner ruedas a su silla para poder deslizarse por su oficina. Una vez que la Revolución Industrial se asentó, las empresas comenzaron a buscar asientos donde los empleados experimentaban menos fatiga y trabajaban más horas.
En 1807, el marqués Stefano Rivarola encargó a Giuseppe Gaetano Descalzi el rediseño de la silla parisina de estilo imperio con materiales más baratos y ligeros. En 1851, la silla de oficina se presentó durante la Gran Exposición de Londres.
Muchos señalan al diseño de Frank Lloyd Wright en 1904 como la primera silla ergonómica (desde nuestra perspectiva actual, es mucho decir). Este aparato de tortura ignoraba la comodidad, pero incorporaba un sistema para ajustar la altura y el asiento estaba acolchado.
En 1968, el alemán Wilfred Dauphin, fue contratado por una compañía británica para investigar sobre los muebles de oficina. Debido a que la empresa no logró implementar sus ideas, él y su esposa fundaron su propia empresa. Dauphin creó la primera silla ergonómica que permitía ajustar el respaldo y la altura del asiento. (Información: Distrito HM)